domingo, 22 de junio de 2008

SEXO EN NUEVA YORK

Ayer fui al cine con mí mujer. Estrenaban Sexo en Nueva York.
Para quien no lo sepa, esta película está basada en una serie de televisión de la cadena americana HBO, que a su vez surgió de una columna que se publicaba en el periódico The New York Observer y cuya autora era la escritora Candace Bushnell. Sexo en Nueva York comenzó a emitirse en 1998. Protagonizada por cuatro amigas neoyorquinas treintañeras Carrie, Samantha, Charlotte y Miranda. La actriz que interpreta el papel de Carrie, Sarah Jessica Parker, se ha convertido gracias a esta serie en un referente de la moda, lo que no acabo de entender por que es fea de narices.

La película no aporta nada nuevo respecto de la serie televisiva. El argumento, que a mi manera de ver no da para las dos horas que dura el largometraje, gira alrededor de la boda de Carrie y el revuelo que esta noticia causa entre las grandes revistas de moda. Aparentemente quiere trasladar al espectador un mensaje tradicional de amores y desamores, con sus bodas, separaciones, y reconciliaciones, pero lo que realmente subyace es un ideal de vida basado en poderosas American Express, de unas personas superficiales cuya vida gira en torno al consumo desaforado de grandes marcas de ropa, de bolsos o de zapatos todas ellas carísimas. En fin, el consumismo como forma de consistencia personal.

Buscando datos para escribir este comentario, encontré en Wikipedia la siguiente descripción de Sexo en Nueva York: “Carrie Bradshaw y sus tres mejores amigas exploran el duro papel de ser una mujer soltera y sexualmente activa en el nuevo milenio”. Un papel durísimo, sin ninguna duda. Tiene que ser estresante realmente, además de trabajar como ejecutivas agresivas, sacar tiempo para una intensa gimnasia pélvica, e ir de compras a las más selectas tiendas de Manhattan. Solo de pensarlo me cae el sudor por la frente.

Pero lo interesante no es que rompan tabúes sexuales, sino que ellas plasman en pantalla el modelo referencial de la actualidad: el eterno adolescente. Los adultos de hoy quieren perpetuarse en una adolescencia permanente. Pero a diferencia de la adolescencia natural, esta otra, contra natura, viene con las chequeras repletas, propiciando una mezcla explosiva. El dinero, el sexo, el amor... todo como se lo plantearía un estereotipado adolescente irresponsable, pero con recursos de adulto. Este es el nuevo ideal que plantea la sociedad. Por esto la serie y película seducen tanto a adolescentes como a mujeres treintañeras.

martes, 27 de mayo de 2008

PROGRESISMO: ENFERMEDAD DE LAS DEMOCRACIAS

Las personas que vivimos en los países democráticos estamos orgullosos de haber conseguido unas sociedades libres, justas, y plenas de valores de respeto a las ideas de los demás, a las costumbres de los demás y a las formas de entender la convivencia de los demás, en fin, una sociedad democrática.
Pero, al igual que los seres vivos padecemos enfermedades, una sociedad también puede enfermar en su conjunto y llegar incluso a su muerte y desaparición; en la historia tenemos muestras más que abundantes de ello. De entre todas las enfermedades, es (en mi opinión) el progresismo la más virulenta y letal para todas las sociedades que basan su sistema de convivencia en la libertad individual de las personas.
La historia española de los últimos treinta años es un claro exponente de cómo el virus progre ha cambiado nuestras vidas y de cómo ha infectado la sociedad democrática de nuestro país hasta convertirnos en la nada que somos actualmente como nación. Su forma de actuar queda clara con la perspectiva que da el tiempo, sin prisas, paso a paso, lo único importante es el objetivo final.
Para participar en la transición española, tras la muerte de Franco, vinieron a nuestro país los representantes, en aquel momento, de las fuerzas progresistas: Santiago Carrillo por el partido comunista y un desconocido Felipe González en representación del socialismo. En aquellos momentos el objetivo principal del virus era integrarse en el cuerpo a infectar pasando lo más desapercibidos posible. Para ello no dudaron en renunciar a sus postulados republicanos; acataron la monarquía parlamentaria como forma de gobierno, aceptaron la bandera nacional con el nuevo escudo renunciando al trapo tricolor que les representaba. Algún tiempo después el partido socialista renunciaba también a sus postulados Marxistas. Que listos: se firma lo que haya que firmar y se renuncia a lo que sea menester para conseguir el primer objetivo del virus. Gobernar.
Cuando en el 1981 el partido socialista gano las elecciones con mayoría absoluta, la primera fase de la infección estaba conseguida. El virus se puso inmediatamente a trabajar para infectar órganos vitales de la sociedad y así la expropiación de RUMASA consiguió lo que se proponía; el acojonamiento y sumisión de todos los componentes económicos y empresariales del país. Siguieron las purgas en los mandos del ejército. Después le toco a la justicia con el cambio de normas de elección de los miembros consejo general del Poder Judicial. Con todo lo más letal con el tiempo fueron las sucesivas leyes de educación que fueron corrompiendo a los miembros mas jóvenes de la sociedad, adoctrinándolos en la forma progresista de ver la vida desde la escuela hasta la universidad; sin valores, sin educación, sin creencias. Masas obedientes totalmente incapaces de pensar por sí mismas. Con este panorama corromper todos los sectores que pudieran crear opiniones contrarias (anticuerpos) entre la gente fue coser y cantar y así fueron cayendo una a una; la cultura, la prensa, el cine, las televisiones. Salvo honrosas excepciones se ha conseguido el pensamiento único.
El virus del progresismo está alcanzando sus últimos objetivos de destrucción. Al igual que hace el virus del sida en los humanos el virus progre facilita la entrada en el organismo de otros que no tienen nada que ver con él, salvo la voluntad de destruir el organismo vivo (nacionalismos).
Treinta años después nos encontramos una sociedad española (no se si aún se le puede llamar española), enferma terminal y ya fácilmente manejable por las izquierdas para aceptar lo que en los años 80 era inaceptable; La independencia de algunas de sus regiones, el cambio de bandera e himno, y la republica. Y la corona, ¿Qué dice a todo esto? ¿Nada? Bueno, pues si no dice nada se le acaba el tiempo antes del exilio. ¿Creen que exagero?
Para finalizar les diré que no hay cura para nuestra sociedad actual. Para poder sanarla habría que hacer lo mismo que ha hecho el virus en el tejido social, pero a la inversa. Y hoy por hoy eso es imposible.